lunes, 8 de junio de 2020

Carlos Salinas de Gotari


Carlos Salinas de Gotari

Su sexenio presidencial es considerado uno de los más polémicos de la historia de México en el siglo XX. Grandes cambios y controversias económico-sociales se vivieron durante su gobierno, entre ellos la crisis económica de 1994, privatización de empresas estatales, denuncias de corrupción, puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) así como la restauración de las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

Desde los primeros meses de su mandato, Salinas impulsó la cooperación comercial con los países vecinos. Con los del sur, Colombia y Venezuela, suscribió un acuerdo en 1989 para constituir a corto plazo una zona de libre comercio; también con los gobiernos centroamericanos estudió la viabilidad de establecer un área comercial libre en la zona y, finalmente, con los vecinos del norte, EE.UU y Canadá.


Con esto,se fundó un nuevo concepto del crecimiento económico nacional que orientaba la producción hacia fuera, a la exportación, en detrimento de la industrialización. En la liberalización comercial, en el desarme arancelario a gran escala, iba a fundar, pues, México, sus perspectivas de progreso, y en primer lugar, el presidente apostó duro por la inclusión de México en el área de libre comercio ultimada por Canadá y Estados Unidos, país que por sí solo concentraba el 73% de todos los intercambios de México con el exterior. Este histórico despegue del área latinoamericana para unirse a la Norteamérica rica y anglosajona desembocó en la firma por Salinas el 17 de diciembre de 1992, a la vez que lo hacían, cada uno en su país, el presidente George Bush y el primer ministro Brian Mulroney, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o NAFTA en su sigla en inglés), por el que los tres países asumían un cronograma para la eliminación de todos los aranceles al comercio trilateral en un plazo de diez años a partir del primer día de 1994. Si todo iba bien, en 2004 el TLCAN debía estar plenamente operativo.

El sueño librecambista de Salinas no estuvo lejos de ser arruinado debido a las fuertes resistencias que el proyecto concitó en sectores políticos y económicos de Estados Unidos, donde cundió el temor a la entrada de productos mexicanos de bajo precio y a una deslocalización de inversiones productivas buscando mano de obra barata, pero el 17 de noviembre de 1993, con gran alivio del mandatario, el Congreso de Washington aprobó el tratado gracias a la campaña promocional lanzada por el nuevo presidente demócrata, Bill Clinton. En opinión de Salinas, el libre acceso a un vasto mercado de 290 millones de habitantes iba a relanzar las exportaciones mexicanas, mientras que la apertura normativa doméstica iba a facilitar el desembarco de fuertes inversiones de los empresarios del norte, fundamentalmente en el sector de las maquiladoras o plantas de ensamblaje industrial (produciendo bienes de consumo directamente destinados a la exportación), con la consiguiente creación de miles de puestos de trabajo. Pero los críticos de la integración comercial presentaron una batería de argumentos adversos y empezaron por destacar los riesgos que supondría para la economía nacional una recesión en Estados Unidos.
 
Del importante nivel que alcanzó el diálogo mexicano-estadounidense dejaron constancia las numerosas cumbres presidenciales sostenidas por Salinas, doce en total, con Bush y Clinton. La primera reunión de Salinas como presidente en ejercicio con Bush tuvo lugar en París el 14 de julio de 1989, su primera visita oficial a Estados Unidos discurrió del 1 al 6 de octubre del mismo año y la primera recepción a Bush en casa, en Monterrey y Agualeguas, aconteció el 26 y el 27 de noviembre de 1990. Con Clinton, Salinas intercambió las primeras citas en Nueva York el 26 de septiembre de 1994, y en el DF y Tlaxcala del 5 al 7 de mayo de 1997.

Salinas vigiló atentamente toda posibilidad que permitiera a México adherirse a las iniciativas emergentes de la nueva economía globalizada. Con el propósito de diversificar en lo posible la clientela comercial, México fue el primer país latinoamericano que ingresó en la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en el escenario de la I Reunión de jefes de Estado y de Gobierno de la organización celebrada en Seattle el 19 y el 20 de noviembre de 1993, mientras que la admisión, el 18 de mayo de 1994, en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), exclusivo club del capitalismo internacional que hasta entonces no había extendido la membresía a ninguno de los categorizados como nuevos países industrializados, le permitió identificarse con el primer mundo económico, no obstante continuar México anclado entre los países de desarrollo medio.La prioridad del TLCAN no fue a costa, empero, de los tradicionales vínculos con los estados de América Central y el Sur; antes al contrario, éstos se renovaron, aunque desde una perspectiva más desideologizada y comercial. El 10 de enero de 1991 Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas, acogió una cumbre entre Salinas y los cinco presidentes centroamericanos que significó el relanzamiento del protagonismo de México en la región y que preparó el acuerdo, firmado por los cancilleres en Managua el 20 de octubre de 1992, sobre la creación de una zona de libre comercio a seis.

En añadidura, con Nicaragua, en agosto de 1992, y con Costa Rica, en abril de 1994, se adoptaron sendos tratados de libre comercio. Ya en el terreno de la facilitación de conflictos, Salinas fue uno de los denominados "presidentes amigos" del secretario general de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, en la mediación del proceso de paz de El Salvador. Así, el Castillo de Chapultepec, en México DF, fue el escenario elegido para la firma el 16 de enero de 1992 del acuerdo de paz definitivo entre el Gobierno y la guerrilla salvadoreños. Con Colombia y Venezuela, socios copartícipes del Grupo de los Tres (G-3), el país azteca resolvió establecer el 13 de junio de 1994 otra área de libre comercio a partir del 1 de enero de 1995. Y en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), se firmaron otro Tratado de Libre Comercio, con Bolivia, el 10 de septiembre de 1994, y un Acuerdo de Complementación Económica, con Chile, el 22 de septiembre de 1991. Por otra parte, Salinas, inaugurando un bienio de gran prestigio internacional, fue el anfitrión en Guadalajara el 18 y el 19 de julio de 1991 de la I Cumbre Iberoamericana, ámbito en el que se encontraban todos los países de América Latina más España y Portugal.
En política interior, su gestión estuvo marcada por el amplio programa de privatización de empresas públicas que reportó a las arcas estatales unos ingresos de 13.000 millones de dólares, la reforma educativa, la devaluación del peso para contener la inflación y la reducción de la deuda externa. Salinas también comprometió su mandato al ejercicio de una profunda reforma en su partido y, en el último año de su presidencia, tuvo que enfrentar una insurrección armada en el estado de Chiapas.
El 1 de enero de 1994, el movimiento indigenista y campesino autodenominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas contra el Gobierno de México en protesta por la política neoliberal del presidente Salinas y, durante varios días, la revuelta fue duramente reprimida por el Ejército. El clima de violencia y las críticas, internas y externas, que recibió el Ejecutivo por la contestación militar a las reivindicaciones campesinas colocaron al Gobierno en una crítica situación que el presidente trató de resolver con el anuncio del alto el fuego y la tramitación de una Ley de Amnistía para los involucrados en la revuelta.
El primero de marzo, el EZLN presenta al gobierno salinista una lista con sus demandas, y este propone cambios políticos ordenados en el marco de la ley. El diálogo termina el día 22, sin acuerdos, y los zapatistas anuncian una consulta para revisar el documento gubernamental entre sus comunidades indígenas y de sus bases de apoyo a la vez que restringen el acceso de la prensa a la zona de conflicto. Pero la crisis política terminó por hacerse manifiesta y en la tarde del 23 de marzo, el candidato priista a la presidencia de la República, el ex secretario de Desarrollo Social durante el sexenio salinista, Luis Donaldo Colosio Murrieta, sería asesinado en Lomas Taurinas, una colonia de la ciudad de Tijuana, al norte de México. Las circunstancias del asesinato dieron lugar a sospechas de la complicidad de algunos altos mandos políticos y militares e incluso de la misma oficina presidencial.
El 1 de diciembre Salinas terminó su mandato y Zedillo tomó posesión de la Presidencia. Nadie imaginaba entonces que México estaba a punto de sufrir una de las crisis más angustiosas de su historia. El 19 de diciembre, informado por Banxico de que las reservas internacionales en dólares estaban agotándose vertiginosamente al ritmo de una masiva fuga de capitales especulativos y de cancelaciones de tesobonos que habían comenzado tras el asesinato de Colosio y tomado un curso acelerado en noviembre, hasta alcanzar los 24.000 millones de dólares, Zedillo decidió devaluar el sobrevalorado peso en un 15%, pero el nuevo margen de cotización fue inmediatamente rebasado, obligando a declarar la libre flotación de la moneda el día 22. Aunque los problemas de iliquidez del tesoro público habían alcanzado un nivel crítico meses antes del traspaso presidencial, la administración saliente no tomó ninguna medida contundente antes de recurrir a la devaluación, como podría haber sido una subida de los tipos de interés –receta ortodoxa que sin embargo habría resultado altamente impopular- para revertir la crisis.
Hasta las fiestas navideñas, el peso perdió un 60% de su valor, convulsionando los mercados internacionales -el popularmente conocido como efecto tequila- y colocando las finanzas mexicanas al borde de un hundimiento de dimensiones catastróficas. Sólo un gigantesco plan de salvamento internacional coordinado por el FMI y capitaneado por la Reserva Federal Estados Unidos, con una inyección de 51.000 millones de dólares, permitió estabilizar el mercado cambiario, pero, eso sí, al precio de aplicar un draconiano plan de ajuste. La descomunal crisis financiera reveló crudamente la naturaleza desestructurada y ficticia de buena parte del crecimiento registrado de los últimos años.
 El mercado financiero volvió a estabilizarse, pero 1995 iba a cerrarlo México con una recesión económica del 6,9% y una tasa de inflación del 52%, por no hablar de la destrucción o precarización de millones de puestos de trabajo, de la pérdida de poder adquisitivo por la población y del agravamiento de las desigualdades sociales.

Bibliografías
Salinas de Gortari, C. (2000). México un paso difícil a la modernidad.

Schmidt, S. (1996). Política y humor: chistes sobre el presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari. Nueva Antropología15(50), 49-70.

Montiel, F. G. V. (1996). Cambio constitucional en México durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Foro internacional36(1/2 (143/144), 158-187.


Alarcón Olguín, V. (1995). El PRI en la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (un balance sexenal). Estudios Políticos, (6).

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